
INTRO
Al borde de la frontera de Kenia encontramos el poblado de los Dassanech. Para llegar debemos pasar por la frontera administrativa donde toman nota de nuestros pasaportes como prevención de que no pasaremos a Kenia y seguiremos en Etiopía. Posteriormente vamos en busca del "ferry" para cruzar el rio Omo y que resulta ser un tronco de ficus que han ahuecado y que mueve un barquero con ayuda de un tronco de árbol. No hay ningún tipo de seguridad, por supuesto no hay chalecos salvavidas y aunque no vemos cocodrilos sabemos que haberlo haylos, como diría un buen gallego. La tribu nos parece hostil al igual que el entorno. Las cabañas están hechas con trozos de algún tipo de metal parecido a la uralita, en medio de ningún sitio, con escasa vegetación. Hacemos las fotos y nos vamos de este sitio tan desolado y tan poco acogedor donde este pueblo sedentario pasa parte del año para trasladarse posteriormente a Kenia por otro tiempo. Poco ha debido cambiar la forma de vida de los Dassanech a lo largo de siglos, incluso con el reciente contacto con los turistas. Nos vamos de vuelta con nuestro guía local y un niño de unos 11 años que nos acompañado. Habla muy bien inglés y es amable y muy espabilado. Nos dice que quiere ser médico y ejercer en su pueblo. Ojalá sea así.
A la mañana siguiente nos adentramos de nuevo en la sabana en busca del poblado de los Karo. Arbustos y el árbol de la rosa del desierto salpican la tierra seca en la que encontramos numerosos termiteros, además de algún que otro roedor enorme que no identificamos. No llevábamos grandes expectativas ya que habíamos visto en documentales que los Karo se visten para los turistas. Aun así, no vemos escuelas ni formas de vida que hayan evolucionado en los Karo que nos vamos encontrado por el camino antes de llegar a esta aldea que los extranjeros visitamos. Esta tribu nos dio que pensar, ya que al llegar por la localización y el entorno nos parecieron muy auténticos, pero en seguida vimos como los hombres vestían ropas occidentales y algunos locales aún no les había dado tiempo de pintarse el rostro y se reclamo para recibir monedas de los visitantes.